Páginas del Café

Simon and Garfunkel

 The Concert in Central Park (1981)

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RESEÑA
Cuando Nueva York cantó en voz baja.

Aquella tarde del 19 de septiembre de 1981, en el corazón mismo de Nueva York, algo más que un concierto tuvo lugar. Fue una suerte de reconciliación entre amigos, entre una ciudad herida y su esperanza, entre el pasado que se resiste a morir y una generación que buscaba no olvidar quién fue. Simon y Garfunkel, que llevaban más de una década sin presentarse juntos, tejieron con sus voces una ceremonia íntima ante medio millón de personas. Aquel reencuentro, que podría haber sido un simple acto nostálgico, se transformó en una plegaria urbana, en una misa laica celebrada a dos voces sobre el césped de Central Park.

Lo que se escuchó esa noche no fue sólo música: fue memoria coral. Desde los primeros acordes de “Mrs. Robinson” hasta la emoción contenida de “The Boxer” o el clamor final de “Bridge Over Troubled Water”, el dúo revivió no sólo su repertorio, sino la sensibilidad de una época. Sus voces, perfectamente empastadas a pesar de los años y las distancias, hablaban de otra América: la de los sueños rotos, las carreteras polvorientas y los poetas de barrio. Pero también la América del desencanto post-Vietnam, la que aún temblaba por las secuelas de Watergate, la que intentaba reconstruirse tras la ola de criminalidad y crisis de los años setenta.

El concierto fue un acto político sin consignas. No hicieron falta proclamas: bastaba con mirar el rostro de Paul Simon cuando cantaba “American Tune” o la emoción de Art Garfunkel al abrazar al público con “Scarborough Fair”. Era la historia de una amistad rota y reencontrada, la de dos hombres que alguna vez se dijeron adiós para siempre y que, sin embargo, volvieron al escenario no por contrato sino por una necesidad vital. Y era, también, la historia de una ciudad golpeada que encontraba en esas canciones una forma de creerse aún viva.

El Central Park, con sus árboles como testigos, se convirtió en un teatro abierto donde la música no era espectáculo, sino rito de comunidad. En una era que comenzaba a rendirse al cinismo y la desafección, este concierto representó un paréntesis de ternura: la prueba de que aún era posible conmoverse colectivamente, sin ironía ni vergüenza, por una melodía que hablaba de nosotros.

"Aquel día, Nueva York no gritó: susurró. Y fue en ese susurro donde el alma de una generación encontró, por un momento, un lugar al que volver."


Julio César Pisón
Café Mientras Tanto

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