Páginas del Café

Osvaldo Piro

 La mejor música de Piro

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01- La Bordona
02- Camandulaje
03- Que Me Van A Hablar De Amor (canta Alberto Hidalgo)
04- Negroide
05- Verano Porteño
06- Dominguera
07- Adios Nonino
08- Color Tango
09- Milonga Triste
10- Manantial
11- Azulnoche
12- Nostalgico

RESEÑA
Entre el bandoneón y el alma: el tiempo detenido de Osvaldo Piro.

Hay discos que no sólo se escuchan: se respiran. La mejor música de Piro, ese LP que parece contener la memoria secreta del tango, es uno de esos álbumes que convierten al oyente en cómplice emocional de un tiempo que no vivió pero siente propio. Osvaldo Piro, con la sabiduría de los que han sabido esperar a la música y no sólo producirla, da forma en este trabajo a una suerte de autobiografía instrumental y afectiva del bandoneón porteño.

Desde los primeros compases de La Bordona, el disco se abre como un ritual: los fraseos marcados, la tensión exacta, ese sabor a calle húmeda y farol que define al tango de raíz orquestal. Le siguen piezas como Camandulaje, que en su título ya invita al juego y al desparpajo arrabalero, y Negroide, donde se cuela el pulso de la milonga afro, con ecos que recuerdan que el tango fue también cruce, mestizaje, sangre en tránsito.

En medio de estas joyas, Que Me Van A Hablar De Amor, con la voz de Alberto Hidalgo, funciona como un ancla melódica y emocional. El canto no interrumpe la línea del disco: la humaniza, la lleva a otra dimensión, íntima, desgarrada. Hay algo en la manera en que Piro permite que las melodías respiren, como si supiera que lo más importante del tango es ese segundo de silencio entre dos frases.

Pero el disco también se atreve a dialogar con los grandes. Verano Porteño y Adiós Nonino son homenajes implícitos a Piazzolla, con quien Piro comparte no sólo época sino ese espíritu de ruptura contenido. La interpretación de Adiós Nonino —contenida, sentida, casi reverente— es una pequeña clase de cómo abordar lo sagrado sin solemnidad. En Color Tango, la orquesta se convierte en paisaje: hay algo pictórico, visual, como si la ciudad misma se revelara entre los fraseos.

El tramo final del álbum es una lección de melancolía sofisticada. Milonga Triste y Nostálgico cierran el recorrido con el peso exacto de una lágrima que nunca cae del todo. Pero entre ellas, joyas como Manantial o Azulnoche nos recuerdan que Piro también mira hacia adelante, hacia un tango más libre, menos rígido, donde lo clásico y lo nuevo pueden abrazarse sin escándalo.

La mejor música de Piro no es una antología. Es una declaración de principios. Un disco para oír con el corazón afinado, como si el bandoneón de Osvaldo Piro fuera un espejo que nos muestra no lo que somos, sino lo que hemos perdido en el intento de olvidar.

"Porque el tango, cuando lo toca Piro, no suena: respira."


Julio César Pisón 
Café Mientras Tanto

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