Enjoy Jazz 2011
13. Internationales festival fur Jazz und Anders
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RESEÑA EN EL CAFE
Voces que resisten.
Hay conciertos que no se recuerdan por la espectacularidad, sino por el modo en que suspenden el tiempo. El de Rebekka Bakken en el Enjoy Jazz de 2011 —décima tercera edición del Internationales Festival für Jazz und Anderes— fue uno de esos momentos raros en que la música no busca deslumbrar, sino resonar. Y no en el sentido acústico, sino en un plano más profundo: el del temblor interior, de lo apenas dicho, de lo que solo puede entenderse con el cuerpo en silencio.
Bakken canta desde el límite. No de la técnica —que maneja con una destreza sin fisuras—, sino desde el límite emocional: ese borde donde la voz se arriesga a quebrarse, y sin embargo sigue, con una delicadeza que no se disfraza de fragilidad. En ella, la melancolía no es un accidente sentimental, sino un lenguaje elegido. Su timbre —grave, a veces etéreo, a veces casi tierra— parece venir de una región inexplorada entre el jazz, el folk escandinavo y una forma de pop espiritual que rehúye toda fórmula.
Pero ¿qué escuchamos realmente cuando Rebekka Bakken se presenta en un festival de jazz? ¿Una cantante que se escapa de las etiquetas o una artista que precisamente pone en crisis la noción misma de género musical? El “und Anderes” del título del festival cobra aquí una potencia inesperada. Ese “algo más” no es un simple agregado, sino el verdadero corazón de su propuesta. Su música es una afirmación radical de lo íntimo como espacio político; un arte de la contención que se inscribe, de forma silenciosa pero firme, en una tradición de resistencia estética.
En escena, Bakken no domina: acompaña. No seduce: comparte. Su cuerpo apenas se mueve, y sin embargo todo vibra a su alrededor. El público —atento, casi reverente— entiende que lo que ocurre ahí no es entretenimiento, sino una forma de ritual laico. Cada canción es una isla emocional: una microhistoria que no necesita explicación, una narrativa sin argumento. En un tiempo donde el ruido parece ser condición de existencia, su propuesta es una anomalía necesaria.
El Enjoy Jazz ha hecho de la exploración su marca. Y Rebekka Bakken, en su paso por la edición 2011, ofreció algo más que un concierto: ofreció un modo de estar en el mundo. Uno en que la belleza no grita, no se impone, sino que se revela, lentamente, a quienes estén dispuestos a escuchar sin defensas.
"Porque a veces, en medio del estruendo del mundo, basta una voz como la suya para recordarnos que lo más hondo también puede decirse en susurros."
Julio César Pisón
Café Mientras Tanto
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