Páginas del Café

La dama de hierro (2011)

 Título original: The Iron Lady
País: Reino Unido
Dirección: Phyllida Lloyd
Guion: Abi Morgan
Género: Biopic, Drama histórico
Reparto: Meryl Streep, Jim Broadbent, Olivia Colman, Alexandra Roach
Idioma: Inglés con Subtítulos en Español


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RESEÑA EN EL CAFÉ: 
La mujer detrás del mito: Margaret Thatcher en el espejo del cine.

A veces el cine no nos da respuestas, sino espejos rotos. La dama de hierro, más que una biografía de Margaret Thatcher, es un juego de reflejos: el pasado, la gloria, la ideología y la soledad se intercalan como fragmentos de un espejo que se resquebraja en la vejez. Lo que podría haber sido un retrato político, un juicio cinematográfico a una de las figuras más polémicas del siglo XX, termina siendo otra cosa: una elegía íntima, un susurro desde la sombra de una mente que se desvanece.

Phyllida Lloyd elige contar la historia no desde el poder, sino desde su descomposición. Y eso, que para algunos críticos fue una evasión, me parece una apuesta interesante: mirar al monstruo —o al mito— cuando ya no ruge, cuando apenas recuerda. Margaret Thatcher, interpretada magistralmente por Meryl Streep, no es aquí la arquitecta del neoliberalismo, la enemiga de los sindicatos, la heroína de las Malvinas; es una mujer mayor que habla con su esposo muerto y se aferra a sus recuerdos como quien se aferra a una taza de té.

No deja de ser irónico: una figura temida por su firmeza, retratada en su fragilidad más humana. Es en esa contradicción donde la película encuentra su belleza. No se trata de justificar ni de condenar, sino de preguntar: ¿qué cuesta llegar al poder siendo mujer en un mundo de hombres? ¿Qué se pierde al gobernar con mano de hierro? ¿Y qué queda cuando todo eso desaparece?

El film apenas roza los grandes temas políticos. La huelga de los mineros, la Guerra de las Malvinas, el cierre de fábricas: todo eso pasa como destellos, como recuerdos lejanos en la memoria de la protagonista. El presente —el verdadero centro del relato— es el del deterioro, la demencia, la viudez. No es Thatcher en Downing Street, sino Thatcher en bata de baño, hablando sola. La "dama de hierro" oxidada, por así decirlo.

¿Y eso basta? Depende de lo que uno espere. Si se busca una reconstrucción histórica o una denuncia ideológica, esta no es la película indicada. Pero si uno se deja llevar por la posibilidad de ver a una mujer poderosa como un ser humano complejo, contradictorio, marcado por una idea casi trágica del deber, entonces hay algo que vale la pena mirar.

El cine político a veces se disfraza de drama personal, y La dama de hierro puede ser vista así: no como una declaración, sino como una insinuación. Y quizá, en este caso, la sugerencia tenga más fuerza que la tesis. Porque al final, lo que queda no es la ideología, ni la política, sino una taza vacía sobre la mesa, una mirada perdida y una pregunta sin respuesta: ¿valió la pena?

"Detrás del hierro, sólo quedaba una voz temblorosa intentando recordar quién fue, y quizás, quién pudo haber sido."

Julio César Pisón
Café Mientras Tanto

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