Live At Tokyo (2013)
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RESEÑA
Una noche con el pasado vivo.
Cuando Paul McCartney sube al escenario en Tokio, no lo hace como una leyenda distante o como un sobreviviente glorioso del siglo XX. Lo hace como alguien que todavía canta al oído del mundo. En el Live at Tokyo de 2013, el ex Beatle no evoca únicamente el eco de una generación, sino que reafirma, desde el presente, que la música puede ser una patria emocional para millones, un refugio que no envejece ni se oxida con el tiempo.
El escenario japonés, meticuloso y ceremonioso, acoge a un McCartney vigoroso, entregado a un repertorio que no busca complacer, sino compartir. Canciones como Let It Be, Hey Jude, Live and Let Die o Yesterday no son aquí meras reliquias de museo. Son liturgias populares, aún vivas, cantadas por una multitud que las recibe con lágrimas, con los brazos extendidos, con la emoción del reencuentro. El concierto no es un homenaje a un ídolo, sino una conversación entre generaciones que aún creen en la belleza de una melodía bien escrita, en la poesía simple que conecta el alma con lo cotidiano.
Lo más conmovedor del concierto no es la perfección técnica —que la hay, desde la afinación impecable hasta el cuidado de cada arreglo—, sino la convicción. McCartney canta con el cuerpo entero, como si supiera que cada nota tiene que valer la pena. No hay cinismo, no hay rutina: hay amor. Un amor persistente por la música, por el oficio, por el acto de estar frente a un público, incluso en el otro lado del planeta. Y ese amor, tan escaso en los espectáculos contemporáneos, se vuelve contagioso.
El Live at Tokyo también revela la dimensión política de Paul. No desde el panfleto, sino desde la persistencia: un hombre que, pasados los setenta en ese momento, sigue subido al escenario cantando que "all you need is love" no es ingenuo. Es resistente. Y esa resistencia, entre luces y multitudes, es más revolucionaria que muchas consignas.
Hay conciertos que se oyen y otros que se sienten. Este se recuerda como un abrazo: porque canta la memoria, pero también canta el presente.
Julio César Pisón
Café Mientras Tanto
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