Páginas del Café

Jane Austen

 Mansfield Park

Para Leer pulsa el cuadrado en el extremo superior derecho
---------------------------------------

RESEÑA EN EL CAFÉ
La virtud en sombras: Mansfield Park y la subversión desde el silencio.

De todas las heroínas de Jane Austen, Fanny Price es la que menos se presta a la celebración. No tiene la vivacidad de Elizabeth Bennet, ni la picardía encantadora de Emma Woodhouse. Tampoco busca ser amada a través del ingenio o la belleza. Fanny observa, resiste, se queda en los márgenes. Y sin embargo, es precisamente desde ese lugar periférico —física y simbólicamente descentrado en la gran casa de Mansfield Park— que Austen construye una crítica sutil, pero demoledora, de la moral victoriana, de los privilegios de clase y del teatro de las apariencias.

Leída superficialmente, Mansfield Park parece una defensa del orden y la virtud, pero bajo su superficie se agitan tensiones que la vuelven profundamente ambigua. Austen escribe en una época en que el imperio británico comienza a mirar hacia adentro con incomodidad: la esclavitud en las colonias es una mancha que apenas se menciona, pero cuya sombra se proyecta sobre la finca de los Bertram, sostenida —se intuye— por la riqueza de las Antillas. Y mientras tanto, en el corazón de la novela, se desarrolla un drama doméstico donde la ética se pone a prueba en los salones y en las miradas, en la elección de una obra de teatro o en una conversación a media voz.

El proyecto teatral que emprenden los hermanos Crawford y sus amigos —Lovers’ Vows, obra sobre el deseo, la ilegitimidad y la rebelión— es una grieta en la fachada de Mansfield. El teatro, en la novela, es una provocación: convierte el juego en posibilidad de caos, de inversión de roles, de desenmascaramiento. Solo Fanny, la invisible, se niega a actuar. Su negativa no es histeria ni censura: es conciencia. Al rechazar el escenario, Fanny resiste al deseo de encajar, de complacer, de representar lo que no es. Y en ese gesto silencioso, tal vez esté el núcleo de la novela.

Fanny no es una heroína cómoda porque no es deseable desde los códigos del deseo patriarcal. Es piadosa, pero no mística; es firme, pero no rebelde; es tenaz, pero sin épica. Austen parece preguntarse qué ocurre con las mujeres que no pueden o no quieren seducir. Y en lugar de premiarlas con la admiración inmediata del lector, las somete a una tensión ética que incomoda. ¿Es Fanny el ideal victoriano encarnado? ¿O es la ironía más afilada de Austen, una figura que sobrevive porque renuncia a participar del juego?

Mansfield Park es menos una novela de formación que un relato de encierro. Los viajes, las transformaciones, incluso el amor, ocurren lejos de Fanny o a pesar de ella. Y sin embargo, al final, ella “vence”. Se queda con el primo —Edmund—, el heredero moral del sistema, que finalmente la elige tras haber coqueteado con el brillo superficial de Mary Crawford. Pero no hay júbilo en ese final. Hay resignación, cierre, continuidad. La subversión de Fanny, si existe, es más profunda: ha demostrado que el poder también puede residir en la negativa, en el no hacer, en el testimonio de una moral inquebrantable incluso cuando nadie la premia.

Austen escribe desde un lugar incómodo entre la crítica y la complicidad. Mansfield Park no es su novela más divertida, ni la más amada, pero sí es quizás la más radical. Porque en ella, lo verdaderamente revolucionario no es romper las reglas, sino encarnarlas con tal intensidad que terminen por desnudar el vacío que ocultan.


Julio César Pisón
Café Mientras Tanto

#libros #libreria #JaneAusten
#cafemientrastanto #juliopison