Título Original: Dead Poets Society
Estados Unidos
Dirección: Peter Weir
Idioma: Doblada al Español
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RESEÑA
¡Oh, capitán, mi capitán!
A veces una película sobre la escuela es, en verdad, una película sobre la vida. El club de los poetas muertos, dirigida por Peter Weir en 1989, es un canto fúnebre y vibrante a la juventud, a los sueños que no caben en los márgenes de los cuadernos, a las palabras que quieren volar más allá de los límites que impone la tradición. Es también una película sobre el poder de un maestro para abrir caminos y sobre el riesgo –a veces trágico– de elegir el propio.
Situada en el marco opresivo de la Welton Academy, un internado elitista en la Nueva Inglaterra de 1959, la historia gira en torno a un grupo de estudiantes y a la irrupción inesperada de un nuevo profesor de literatura: John Keating, interpretado por un Robin Williams inolvidable. A través de una enseñanza no convencional, Keating propone una rebelión poética: carpe diem, atrapar el día, romper con la inercia del deber para atreverse a ser.
Más que una defensa de la poesía, el film es una invocación a su potencia transformadora. Las palabras de Whitman, Thoreau o Byron no están ahí para ser memorizadas, sino para ser vividas. Weir filma con sobriedad y ternura una revolución íntima: en las aulas donde se repetía de memoria a los clásicos, ahora se susurran versos como quien enciende una cerilla en la oscuridad.
Pero la llama, sabemos, puede arder demasiado pronto. La tragedia de Neil Perry –un joven que encuentra en el teatro su verdadera voz, solo para descubrir que el mundo adulto no está dispuesto a escucharla– es un recordatorio cruel de los límites del idealismo. El film no idealiza la figura del maestro, pero sí reconoce en él una semilla de resistencia.
En una época en la que las instituciones aún formaban a los jóvenes para cumplir con las expectativas de una sociedad rígida, El club de los poetas muertos se atrevió a mostrar que la educación también puede ser un acto de rebeldía. No se trata solo de enseñar literatura, sino de enseñar a mirar el mundo con ojos propios. En ese gesto reside la herencia del capitán Keating.
En pie, sobre los pupitres, esos adolescentes no solo despiden a su maestro: desafían una lógica entera. Es un acto mínimo y a la vez inmenso. En ese gesto silencioso, El club de los poetas muertos nos recuerda que la poesía no se queda en los libros, sino que se levanta cuando decidimos vivir con dignidad, belleza y coraje.
A veces, para cambiar el mundo, basta con mirar distinto. O, simplemente, atreverse a hablar.
Julio César Pisón
Café Mientras Tanto
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Título: El club de los poetas muertos (1989)
Título original: Dead Poets Society
País: Estados Unidos
Dirección: Peter Weir
Guion: Tom Schulman
Género: Drama, coming-of-age