Páginas del Café

Carlos Ruiz Zafón

 Marina

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RESEÑA EN EL CAFÉ
“Recordar es inventar lo que nunca se olvida”

Hay libros que se leen como quien pasea por un cementerio abandonado: con un ojo puesto en el misterio y el otro en la melancolía. Marina, la novela que Carlos Ruiz Zafón publicó en 1999, es uno de esos libros. Tal vez el más secreto, el más personal, y el más crepuscular de toda su obra. Ambientada en una Barcelona de sombras victorianas y atmósfera gótica, la historia no solo reconstruye una ciudad fantasmal sino también el umbral entre la adolescencia y el olvido.

Óscar Drai, el joven narrador, desaparece de su internado durante unos días, perdido entre los jardines ruinosos y las mansiones vencidas por el tiempo. En una de esas casas encuentra a Marina y a su padre, Germán, dos figuras tan espectrales como entrañables. Lo que empieza como una historia de amistad y primeros amores se transforma pronto en una investigación sobre un caso olvidado: el de un doctor obsesionado con vencer la muerte. Como en los cuentos de Hoffmann o los relatos de Poe, la realidad se quiebra en cada página y nos precipita a un submundo de autómatas, máscaras y seres que han sobrevivido a su propia humanidad.

Zafón no escribe aquí para resolver el enigma sino para habitarlo. La prosa está teñida de brumas nostálgicas, pero también de una belleza dolorosa. Cada escena está diseñada como un cuadro antiguo, como una fotografía encontrada en una caja polvorienta. Marina no es tanto una novela de terror o de aventuras, sino un rito de paso narrativo: un adiós a la inocencia, a los padres, a los amores que no llegan a ser, a las preguntas sin respuesta. Y sobre todo, a la Barcelona que ya no existe más que en las sombras de sus calles.

En esta novela temprana, Zafón anticipa muchas de las obsesiones que desarrollaría en su ciclo de El Cementerio de los Libros Olvidados: la literatura como mapa de los laberintos del alma, la ciudad como personaje y como trampa, la juventud como una estación de tren que no vuelve. Pero en Marina todo eso está dicho con una ternura contenida, como si el autor aún no supiera que estaba escribiendo su propio epitafio literario.

Porque Marina no se olvida. Como los fantasmas que nos miran desde las ventanas de las casas que ya no están, como las canciones que se escuchaban en la infancia, como los primeros miedos verdaderos. Es, en definitiva, una novela para aquellos que han aprendido que recordar también es una forma de amar.

"Porque hay libros que no terminan en la última página, sino en el suspiro que nos arranca la memoria cuando volvemos a ser quienes fuimos al leerlos por primera vez."


Julio César Pisón
Café Mientras Tanto

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