Live in Amsterdam (2013)
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📝 RESEÑA
Furia, alma y redención entre luces doradas
Pocas veces se asiste a un concierto que sea pura descarga de alma, de nervio, de pasión llevada al borde de lo insoportable. Live in Amsterdam, registrado en el majestuoso Carré Theatre en 2013, no es un simple concierto: es un rito de blues y fuego donde Beth Hart y Joe Bonamassa se funden, colisionan, y resucitan en cada nota.
Beth Hart es una tormenta emocional que canta con los ojos inyectados en rabia y ternura. Su voz es un aullido que atraviesa el cuerpo como un lamento de gospel furioso. Bonamassa, con su guitarra como prolongación visceral, responde y provoca, como si la electricidad del blues se tradujera en duelos de miradas, en riffs afilados, en una complicidad antigua.
El repertorio —un homenaje al soul clásico y al blues más crudo— alterna temas de Don’t Explain y Seesaw, discos que reversionan con desgarro canciones de Etta James, Aretha Franklin, Billie Holiday. Pero no hay imitación: hay posesión. “I’d Rather Go Blind” se vuelve una plegaria; “Nutbush City Limits”, un estallido rítmico que incendia el teatro; “Strange Fruit”, una sombra densa de historia y dolor.
La puesta en escena es íntima, sobria, dorada. Las luces acarician los contornos de Beth como si pintaran a una diva trágica. Joe, con su porte elegante y su gesto contenido, sostiene con clase el vértigo. Todo es precisión y arrebato.
Lo que se ve en este concierto no es solo música: es una mujer enfrentando sus demonios, un hombre acompañando con la fidelidad de un músico que sabe cuándo rugir y cuándo callar. Juntos tejen un puente entre la vieja herida del blues y la modernidad emocional de hoy.
Hay conciertos que uno no olvida. Este, en cambio, te atraviesa. Te sacude. Y te deja con una certeza: el alma, cuando canta, lo hace desde el abismo.
— Julio César Pisón
Café Mientras Tanto
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