Páginas del Café

Siri Hustvedt

 Todo cuanto amé

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RESEÑA EN EL CAFÉ

Todo cuanto amamos, todo cuanto perdemos

Hay novelas que no se leen: se viven. O mejor aún, que nos leen a nosotros, desde sus personajes, desde sus preguntas. Siri Hustvedt escribió una de ellas.

En Todo cuanto amé, una amistad nacida de la contemplación de un cuadro desencadena una historia de amor, creación, traición y duelo. Todo comienza con Leo Hertzberg, un historiador del arte que se enamora —literalmente— de una pintura. Lo que sigue es una inmersión en tres décadas de vida neoyorquina: entre estudios de artistas, cafés con intelectuales, silencios conyugales y habitaciones infantiles que se van quedando vacías.

Pero no estamos ante una novela simplemente emocional. Hustvedt escribe como quien disecciona con ternura, con una mirada atenta a las formas del dolor y al lenguaje con que lo nombramos. La novela va del amor a la pérdida, de la luz a la sombra, como si la autora nos dijera que toda belleza está herida desde su origen.

Uno de los grandes aciertos de la obra es la figura de Mark, un joven cuya evolución desconcierta y estremece. ¿Qué pasa cuando un hijo crece y se convierte en un extraño? ¿Qué sucede cuando el arte deja de ser consuelo y se convierte en amenaza? En torno a estas preguntas, Hustvedt teje una reflexión sobre el vacío contemporáneo, la estetización de la violencia y el peligro de habitar un mundo sin sentido ético.

Pero quizás lo más inquietante es la serenidad con que la autora nos conduce al centro del abismo: la muerte de un hijo, el deterioro de una familia, el desencanto con el saber. Y sin embargo, lo hace sin estridencias, con una prosa contenida, elegante, casi filosófica. Como si supiera que la verdadera tragedia no grita: apenas susurra.

Todo cuanto amé no se agota en su trama, ni siquiera en su inteligencia. Queda resonando como una pregunta abierta, como una obra de arte que no busca respuestas, sino un espacio donde detenerse a mirar. Porque a veces, como dice uno de sus personajes, lo único que nos queda es seguir contemplando. Aunque sea el vacío.


Julio César Pisón
Café Mientras Tanto

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