Título original: Belgravia
Completa (6 episodios)
País: Reino Unido
Dirección: John Alexander
Guion: Julian Fellowes (basado en su propia novela)
Género: Drama histórico, miniserie
Reparto: Tamsin Greig, Philip Glenister, Harriet Walter, Alice Eve,
Tom Wilkinson, Ella Purnell
Idioma: Doblada al Español
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RESEÑA EN EL CAFÉ
Belgravia es una miniserie británica que se sitúa en el contexto de la Inglaterra de principios del siglo XIX, en plena transición entre el viejo mundo de la aristocracia heredada y el nuevo de la riqueza comercial. Escrita por Julian Fellowes (Downton Abbey), esta producción de seis episodios parte de un evento real y simbólicamente potente: el baile de la duquesa de Richmond en Bruselas, justo antes de la batalla de Waterloo en 1815.
Belgravia o la persistencia del linaje.
Entre los salones dorados del viejo orden aristocrático y las avenidas recién trazadas del capitalismo victoriano, Belgravia despliega una narración tan contenida como elegante, donde el conflicto no estalla, sino que se filtra por las rendijas del silencio y la etiqueta. La miniserie de Julian Fellowes, heredera directa del éxito de Downton Abbey, se asoma a los orígenes de un barrio, pero también a los fantasmas de una clase social atrapada entre el pasado glorioso y un presente que empieza a exigir otras credenciales.
La historia arranca con un eco napoleónico: la célebre velada en Bruselas de 1815, cuando la aristocracia británica bailaba, ignorante —o fingidamente inconsciente— de que la batalla de Waterloo era inminente. Ese escenario, en apariencia ajeno a las clases trabajadoras, se convierte en el primer teatro del drama: una joven burguesa, Sophia Trenchard, es admitida —con condiciones— en el mundo de los apellidos ilustres. La tragedia no tarda en llegar, y con ella, el secreto que marca el resto de la serie.
Pero más allá del enredo melodramático —un hijo ilegítimo, el chantaje, la doble vida—, Belgravia funciona como una coreografía de clases sociales, donde cada personaje ocupa su lugar no por sus deseos, sino por su cuna. La serie tiene algo de teatro de costumbres, pero también de ensayo silencioso sobre el poder: poder de decidir sobre el otro, de manipular la verdad, de imponer una versión aceptable del pasado. En este sentido, es menos complaciente que Downton Abbey y más incisiva en su crítica, aunque nunca del todo frontal.
La actuación de Tamsin Greig, como la señora Trenchard, es la clave emocional de la serie. Su mirada —siempre al borde de la resignación, pero con una firmeza callada— encarna ese sujeto moderno que ya no acepta del todo las reglas del juego, pero debe sobrevivir dentro de ellas. Frente a ella, la condesa de Brockenhurst (Harriet Walter) representa el viejo mundo, elegante y despiadado, que solo puede adaptarse si logra domesticar la transgresión.
En cuanto al lenguaje audiovisual, Belgravia apuesta por el clasicismo: encuadres simétricos, iluminación cálida, interiores que parecen pinturas. La cámara no interroga, observa. Y en esa elección se cifra también una ética: la serie no dramatiza en exceso, no grita sus conflictos, sino que los deja madurar lentamente, como los silencios en una conversación incómoda.
En definitiva, Belgravia no es una serie que pretenda revolucionar el género del drama histórico, pero sí una que lo habita con dignidad y sentido. Su propuesta no es tanto contar una historia de época, sino pensar el presente desde ese pasado: ¿cuánto hay todavía, en nuestras sociedades actuales, de esa lógica del linaje, del privilegio heredado, del apellido como pasaporte? En su contención narrativa, Belgravia ofrece una crítica suave pero persistente a los pilares sobre los que aún se construyen muchas de nuestras ficciones sociales.
Julio César Pisón
Café Mientras Tanto
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