Hall Of Fame Concert 2009
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RESEÑA
Ecos de un panteón eléctrico: el alma del rock en su aniversario
El Rock and Roll Hall of Fame 25th Anniversary Concert, celebrado en octubre de 2009 en el Madison Square Garden, no fue solo un espectáculo —fue una invocación. Durante dos noches que marcaron la historia de la música, leyendas vivas compartieron el escenario en lo que se sintió como un rito ancestral donde el rock, en todas sus formas, volvió a narrarse a sí mismo. Aquí no hubo nostalgia vacía: hubo memoria activa, choque generacional, fusión de estilos y una reafirmación del rock como fuerza cultural y política.
Bruce Springsteen, Aretha Franklin, U2, Metallica, Stevie Wonder, Simon & Garfunkel, Jeff Beck, Crosby Stills & Nash, entre muchos otros, no se limitaron a cantar: dialogaron con sus legados y los pusieron al servicio de un presente convulso. Era 2009: el mundo acababa de presenciar una crisis económica mundial, la esperanza en el cambio político había tomado cuerpo en la figura de Barack Obama, y el arte parecía recuperar su vocación de consuelo y resistencia. Esa energía política se sintió con especial intensidad en momentos como la actuación de Springsteen con Tom Morello, interpretando “The Ghost of Tom Joad”, donde la canción de los años 90 —heredera del espíritu de Steinbeck— adquiría una resonancia feroz.
Pero más allá de lo político, el concierto desplegó un atlas emocional: Paul Simon cantando “Bridge Over Troubled Water” con un Art Garfunkel envejecido pero intacto, Stevie Wonder rindiendo homenaje a Michael Jackson con una versión dolida de “The Way You Make Me Feel”, o el clímax de Metallica compartiendo escenario con Lou Reed en una inesperada comunión entre lo heavy y lo punk poético. Cada canción fue una cápsula del tiempo abierta ante nosotros.
Lo más valioso del evento no fue solo la alineación de estrellas, sino el modo en que la curaduría construyó un relato coral sobre lo que el rock ha sido y lo que aún puede ser. En lugar de enclaustrar a los músicos en sus propios éxitos, el concierto los obligó a mezclarse, a ceder y a reinventarse junto a otros. Así, el espectáculo se volvió una celebración del mestizaje sonoro: U2 con Mick Jagger y Fergie cantando “Gimme Shelter”, o Jeff Beck dialogando con la guitarra muda de Hendrix al reinterpretar “A Day in the Life” de los Beatles.
El aniversario del Hall of Fame, así concebido, no fue una coronación sino una apertura. No se trataba de encerrar el rock en una vitrina, sino de demostrar que aún late con fuerza, siempre que se atreva a hablar con otros, a cruzar generaciones y a volver sobre sí mismo sin miedo. Fue un panteón, sí, pero no uno muerto: un santuario eléctrico donde los dioses del rock aún sangran, sudan y cantan.
Porque el rock, cuando se celebra con esta honestidad, no envejece: arde.
Julio César Pisón
Café Mientras Tanto
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